Paul Cézanne.Un artista solitario.Pintor impresionista.Antecesor del fauvismo y cubismo.

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https://i0.wp.com/www.ibiblio.org/wm/paint/auth/cezanne/portraits/cezanne.father.jpgPaul cezanne 1861.jpg

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En el Blog,otro personaje uraño y amante de su privacidad.Un artista de vanguardia.Un artista que será recordado ,por muchos motivos,pero no por ser mundano y muy sociable.
Cézanne fue un pintor solitario, un bohemio, un viajero que odiaba ser molestado por los demás. El artista siempre prefirió buscar su propio camino, en soledad, cerca de su Provenza natal,Aix-en- Provence –población al norte de la ciudad francesa de Marsella– y lejos del bullicio artístico parisino y de los salones literarios dónde nunca fue bien visto. “En París estoy malgastando el tiempo. La verdad es que no me imagino convertido en un parisiense”, escribió cierto día a un amigo.
Quizás fue su carácter personal y su inconformismo con el arte de aquellos tiempos lo que le impulsó a investigar el color y las formas puras, convirtiéndose así en el padre de la vanguardia artística del siglo XX a través de sus pinceladas sueltas y del dominio de la geometría y los volúmenes.

Así lo ve Pablo Montoya:

Una montaña bien delineada, dueña de zonas claras y perspectivas oscuras. Con perfiles que en ciertos momentos del día son delicados y en otros vigorosos. Está levantada, como una revelación inesperada, a varios kilómetros de Aix en Provence, sobre un relieve donde predominan las tranquilas sinuosidades del sur francés. Cuando la vemos, desde lo que se llama ahora “el terreno de los pintores”, parece que acabara de surgir como un espejismo de la luz tramado en la distancia. Geológicamente, Santa Victoria ha estado ahí desde hace millones de años, pero en los terrenos del arte es como si hubiera estado siempre a la espera de su pintor. Paul Cézanne la vio tantas veces, en su ir y venir por la ciudad y sus alrededores, que terminó sometido al imperioso deseo de plasmarla. La montaña está presente en 87 de sus pinturas, como protagonista principal o como telón de fondo de algún paisaje de la Provincia. Ella de algún modo, al final de sus días, se convirtió en la suprema obsesión. En esa realidad, entre telúrica y onírica, que le permitiría alcanzar su sueño de llegar a la muerte pintando.

En 1901, Cézanne se instaló en las afueras de Aix. Estaba cansado y el escepticismo hacia la estética de los centros artísticos que dominaban entonces, lo había vuelto un poco más huraño y solitario. Con la venta de la residencia familiar de Jaz de Bouffan, compró una finca en la colina de Lauves. El lugar en este verano suave en que lo visitamos, sostenido en el canto de las cigarras y acariciado por el aroma de la lavanda, se conserva casi intacto. En el taller están los abrigos, la sombrilla, el sombrero y la boina, el caballete y los pinceles, algunos bocetos y cartas del pintor de la época en que vertía la montaña en sus óleos y acuarelas. La finca, igualmente, guarda el jardín con sus olivos, higuerillas, un gran cedro del Líbano y el trazado de los senderos que Cézanne tomaba en sus descansos. Y hay algo de rusticidad agreste, un poco de olvido y otro tanto de abandono depositado en las cosas que agrada, porque así se percibe mejor el espíritu de ese último Cézanne que tanto nos conmueve.
Como él, emprendemos la caminada que tantas veces realizó. Salimos de su taller y vamos al sitio más elevado de la colina. Cézanne gustaba decir, situado en el rincón desde donde ahora divisamos la gran elevación calcárea, estas palabras: “Mire esta Santa Victoria. Qué impulso, qué sed de sol y qué melancolía en la tarde cuando la pesadez cae y se dulcifica”. Hay unas fotografías correspondientes a 1904 de J. Bernheim Jeune que muestran al pintor frente a la montaña, protegido con su sombrilla de la dureza de la intemperie. Está con su sombrero, frente a su caballete, mirando hacia el valle de donde brota la mole, más bella acaso en sus cuadros que en la realidad. Y es que al ver la Santa Victoria en los nueves óleos y en las 17 acuarelas que hizo Cézanne, recordamos sus palabras cuando se refiere a la belleza y a la verdad. La primera nace cuando se atrapa el instante en la pintura. Y allí reside, casi solitario e inasible, el secreto de la verdad. La verdad pictórica es como un eco de la apariencia de una realidad siempre fugitiva.
El 15 de octubre de 1906, Cézanne salió una vez más tras su montaña mágica. Una tempestad otoñal estalló y él no hizo caso. Siguió pintando, mirando su quimera rocosa tras la barrera de la lluvia y del viento, hasta que un síncope lo fulminó. Dos campesinos lo recogieron y lo llevaron en una carreta de lavandero a su finca. Al otro día, indiferente al malestar, Cézanne salió al jardín a retocar uno de sus últimos retratos. No demoró en desvanecerse. Pocos días después falleció quien se consideró a sí mismo como el primitivo exponente de un arte nuevo. Un arte que poco tiempo después, de la mano de su observación prodigiosa y de sus colores únicos, desembocaría en el cubismo, el expresionismo y el abstraccionismo. Finalmente, en el cementerio de San Pedro, fuimos en busca de su tumba. Sabíamos que verla marcaba el límite de nuestro recorrido tras la luz del gran hombre de Aix en Provence. Una placa dice: Paul Cézanne, 1839-1906, pintor impresionista. A un lado derecho del mausoleo y la cruz de piedra, bajo un cielo espléndido en el que ninguna nube se dibuja, se asoma, como una confesión de amor esperado, una punta de la montaña.


http://www.youtube.com/watch?v=PIDP3bO1QhU







http://www.youtube.com/watch?v=D25zQsfNPYY




 

Nace en 1839 en Aix-en-Provence en el seno de una familia de gran holgura económica. En 1859 su padre compra una mansión, era una gran finca, y aquí es donde Cézanne entra en contacto con la naturaleza. Su padre le proporcionó una formación humanística muy amplia. Cézanne tuvo como condiscípulo a E. Zola, que le abrió todo el campo de la literatura romántica y los planteamientos del Realismo y Naturalismo, luego su amistad quedó rota. La primera formación fue en Aix-en-Provence siguiendo cursos de dibujo que tenían como punto de partida a David e Ingres. Sus primeras obras son las típicas copias. Su padre se empeñó en que estudiara derecho, con el apoyo materno consigue su traslado a París para empezar su carrera como pintor. Llega a París en 1861, allí es donde Zola le orienta. Comenzó a copiar en el Louvre, copia a Caravaggio, Rubens, el Greco, Zurbarán,Velázquez… También descubre la pintura del Romanticismo y del Realismo. De sus años de escuela se sabe que le gustaba la literatura y la poesía, de las que discutía con su compañero y amigo inseparable Émile Zola.La herencia de su padre le permitió vivir sin preocupaciones financieras, dedicándose totalmente a la pintura.Aunque incorporó las enseñanzas de Pissarro su pintura se aleja del impresionismo. En sus retratos, autorretratos, bañistas, paisajes, bodegones, las versiones de la montaña de Sainte-Victoire…se propuso «hacer a Poussin según la naturaleza«, buscando la estructura de la naturaleza en el cilindro y la esfera y captando pequeñas sensaciones para plasmarlas directamente en el lienzo.Observa intensamnete la cadencia de los volúmenes y el color en el espacio pictórico y con su pincelada constructiva crea el objeto, su esencialidad, su permanencia.Su obra es muy extensa, en los últimos treinta años vivió sólo para pintar, casi mil óleos y 400 acuarelas.La obra de Cézanne está atravesada por un sentido poético de la forma, el color y el espacio que no deja indiferente a nadie.


Figura fundamental para la vanguardia del siglo XX, Picasso y Matisse lo admiraron profundamente. Lleva una biografía monótona. Es autónomo y solitario. Él estuvo al margen de las exposiciones, realizó su labor de forma aislada. En su aislamiento concibe su pintura como investigación y búsqueda de la verdad. Él impuso una visión subjetiva.



De él nos dice Carlos Fleitas:

Si observamos muchas de las pinturas de Cezanne, éstas parecen el resultado de una técnica deficiente, inacabadas, como si fueran bocetos para una obra futura que nunca termina de concluir. Ensaya con diferentes perspectivas, agota los ángulos de la visión, como buscando todas las posibilidades para capturar algo evanescente, que se despliega en una multiplicidad inagotable. Es el artista que trabaja lentamente, no dando por finalizadas sus obras, dejándolas sin firmar, como a la espera de una develación que nunca llega.
Todo da la idea de un desfallecimiento, de una claudicación ante un objetivo que parece superar sus fuerzas, su inspiración, sus recursos técnicos… Que busca entonces, hasta probar las amargas aristas del fracaso? Un nuevo arte que siempre bordea y siempre se le escapa? O será una experiencia más allá de si mismo, que lo supera e inquieta? Es del creador que busca el Ser del que hablaremos. Del Cezanne que captura el paisaje y lo lleva a su atelier para reconstruir su visión, ese fulgor que presiente en sus observaciones, avanzando solitario hacia los confines de su yo.
Pero para recrearlo tiene que sacrificar el adentro-afuera, y por tanto la forma como clausura, la línea que en su cierre, genera una delimitación. Y a medida que avanza comienza a diluirla y entrevé que con ello, colapsan las reglas de la pintura tal cual las ha recibido. Sólo a través del contraste de colores puede mantener ciertas configuraciones, cierta reminiscencia del mundo que deja atrás, pues más allá del color, la línea y la forma, mas allá del lienzo, está el Ser, eterno, infinito, incesante en su movimiento y pulsación.
Cezanne logra llegar al final de su búsqueda del Ser, dejando en su obra quizás un fracaso, quizás una decepción, a saber, que no hay técnica posible en las artes que revelen al Ser en su pura esencia. Si algo demostró, es que el Ser se expresaría a plena potencia, en el lienzo en blanco, destino final de su arte. Destino y comienzo; pues no se trata del lienzo bidimensional sobre el que se apoya, ni un recorrido en círculo que partiría de la tela sin labrar, hasta el lienzo virgen de impresiones al que arribaría en la apoteosis de su contemplación.
Es otro su recorrido, el de una extraña figura -la Cinta de Moebius- donde las propiedades de lo idéntico se recrean en una nueva álgebra, que anuncia los descubrimientos que la Astrofísica comenzará a formular en este siglo.
Nada sabemos de su experiencia, si fue un destello o un instante dotado de una ligera levedad, tibia y humana. Pero si sabemos, que aunque no creó la nueva plástica, pues llegó a los límites de su arte, sí logró abrir la prisión de su yo, y observó -quizás por un instante- la cualidad de lo Eterno e Infinito, mas allá del tiempo, el espacio y la causalidad.
El hallazgo de una conexión entre la inflamación de la úlcera de estómago y la bacteria Helicobacter pylori ha dado el Nobel a sus descubridores. El fenómeno estaba a la vista de todos, pero iba contra la verdad establecida. En la ciencia, igual que en la literatura y en el arte, lo que importa muchas veces no es ver por vez primera lo que otros no han visto nunca, sino ver con una mirada nueva algo que parecía común y que estaba a la vista de todos. La revolución visual del  Cubismo procede en gran parte de la manera en que Paul Cézanne, en las últimas décadas del siglo XIX, miró con una atención nueva formas tan comunes como las de unas manzanas o unos jarros de flores, o un paisaje que no estaba en el otro extremo del mundo sino al otro lado de la ventana de su estudio. El mayor revolucionario de la novela moderna, James Joyce, se limitó a mirar y a escuchar con una precisión infinita lo que sucedía un día cualquiera en las calles más vulgares de Dublín, y a retratar en cuerpo y alma a un hombre, Leopold Bloom, al que nadie habría mirado si se cruzara con él por la calle, y a quien ningún otro novelista habría considerado digno de protagonizar una novela. 

El que mira como no han mirado otros, el que ve lo que permaneció invisible para investigadores o expertos dotados de medios más poderosos de observación, es con frecuencia alguien que se encuentra al margen, que disfruta la libertad de no recibir demasiada atención y por lo tanto no se ve forzado a mirar las cosas de la manera más conveniente, a someterse a la ortodoxia y a lo establecido. Cézanne, pintor solitario y sin éxito, hizo su revolución a solas, en su retiro del sur de Francia, lejos de los salones y de las galerías de arte, del halago y la tiranía de la actualidad. James Joyce era un irlandés cegato y torpe para los asuntos prácticos y para las astucias literarias que se ganaba malamente la vida dando clases de inglés por las ciudades de Europa.

Rue Casette 29, París VI
8 de octubre de 1907

…es divertido tras dos días de Salón d’Autome, darse una vuelta por el Louvre. Dos cosas chocan antes que nada: que toda intuición tiene sus advenedizos que, apenas se han apoderado de ella, la proclaman a los cuatro vientos, y luego que tales intuiciones no son quizá de las que produzcan un arte muy consciente.¡Como si esos maestros del Louvre no hubieran sabido ya que el color es lo que hace la pintura! Me he mirado bien los venecianos: son de un color indescriptiblemente consecuente; se percibe hasta dónde llega esto en Tintoretto. quizá más lejos aún que en Tiziano […]Cabría imaginar que alguien escribiera una monografía sobre el azul; desde el azul denso, ceroso, de los frescos de Pompeya, hasta Chardin o incluso hasta Cézanne: ¡qué biografía!. Porque el particularísimo azul de Cézanne tiene este origen, se deriva del azul del siglo XVIII, que Chardin despojó de su pretenciosidad, que sólo en Cézanne no conlleva un significado colateral. en esto hace Chardin de mediador; sus frutas no piensan en banquetes, están esparcidas sobre mesas de cocina y no presumen de ser comidas con elegancia.

Con Cézanne pierden todo carácter comestible, tan realmente se han transformado en cosas, hasta tal punto las hace indestructibles su pertinaz presencia. Cuando se miran los autorretratos de Chardin, se imagina uno que debió ser un viejo chiflado. En qué extremo y qué dolorosamnete lo fue Cézanne, quizá mañana te lo cuente. Sé algunas cosas sobre sus últimos años, cuando iba viejo y raído, y los chiquillos corrían detrás de él cuando se encaminaba diariamente al taller, arrojándole piedras como a un perro. Pero en lo íntimo, en sus adentros, era un ser maravilloso, y de vez en cuando le gritaba con rabia a uno de sus raros visitantes algo espléndido. Puedes imaginártelo tú misma. Adiós…; esto es todo por hoy…

Las luces provenzales esconden algún misterio, y si bien en este viaje me tocan días de lluvia percibo una luminosidad especial aún en la tormenta. Un matiz. Como si la lavanda, el tomillo, la menta, la salvia y el regaliz del campo se reflejaran en el cielo.
Muchos pintores franceses del siglo XIX buscaron esa luz de La Provence, y Paul Cézanne fue especialmente fanático. Cézanne nació en 1839 en pleno centro de Aix en Provence, no muy lejos de la fábrica de sombreros de su padre. Aunque en algunos tiempos viajó seguido, Cézanne siempre quería volver a La Provence.
“Cuando estaba en Aix, tenia la impresion que me encontraria mejor en otro lugar, ahora que estoy aqui, echo en falta Aix… cuando uno ha nacido alli, esta perdido, ya no le atrae ningun otro lugar”.
El atelier de Cézanne está a un par de kilómetros del centro de Aix. Se llega caminando sin problemas. La oficina de turismo local ha ideado cincocircuitos representados por cinco colores que siguen distintos recorridos que el pintor hizo en su época. Uno de ellos, el gris, lleva al atelier. Basta seguir unos cuadrados de bronce en la calzada que dicen Cézanne.
En todos los recorridos, está presente el Monte Saint Victoire, el monte fetiche del pintor, el que aparece en esta pintura y en otras 86, entre óleos y acuarelas. Las distintas luces sobre el Sainte Victoire fueron una de sus obsesiones.
Al parecer Cézanne fue un tipo solitario. No salía demasiado, ni tenía muchos amigos, salvo Emile Zola durante los años de su infancia y adolescencia. Tampoco vendió cuadros. Tenía un padre rico que le financiaba su vida artística y después un padre muerto que le dejó una herencia.
Cada tanto, algún amigo le compraba obra, casi como una ayuda porque se supo que varios de ellos, como Zola por ejemplo, nunca los colgaron. En vida fue un pintor ignorado. Hoy, se considera a Cezanne el padre del arte moderno y sus cuadros se venden en millones de dólares.
Para llegar al taller hay que caminar una subida larga, la misma que Cézanne caminaba todos los días hace 150 años. La casa se esconde en un monte de plátanos, olivos y pinos que por esta época lucen verdes y llenos de sombra.
El cuarto donde pintaba es enorme. Tiene un gran ventanal y todavía están los mismos muebles, algunos pinceles, una escalera alta y parte de los objetos que utilizaba para sus naturalezas muertas. Hasta se puede ver sus trajes de pintor y los sombreros que usaba (foto). Pero lo más lindo del atelier es el jardín que lo rodea, donde hoy se exponen obras de arte. Y el gato mimoso que anda por ahí. Todos querían que fuera Paul. Pero es Pola.

Cézanne es una figura fundamental para la vanguardia del siglo XX,PicassoMatisse lo admiraron profundamente. Lleva una biografía monótona. Es autónomo y solitario. Él estuvo al margen de las exposiciones, realizó su labor de forma aislada. En su aislamiento concibe su pintura como investigación y búsqueda de la verdad. Él impuso una visión subjetiva.
Nace en 1839 en Aix-en-Provence en el seno de una familia de gran holgura económica. En 1859 su padre compra una mansión, era una gran finca, y aquí es donde Cézanne entra en contacto con la naturaleza. Su padre le proporcionó una formación humanística muy amplia. Cézanne tuvo como condiscípulo a E.Zola, que le abrió todo el campo de la literatura romántica y los planteamientos del Realismo y Naturalismo, luego su amistad quedó rota. La primera formación fue en Aix-en-Provence siguiendo cursos de dibujo que tenían como punto de partida a DavidIngres. Sus primeras obras son las típicas copias. Su padre se empeñó en que estudiara derecho, con el apoyo materno consigue su traslado a París para empezar su carrera como pintor. Llega a París en 1861, allí es donde Zola le orienta. Comenzó a copiar en el Louvre, copia a CaravaggioRubens, el GrecoZurbaránVelázquez… . También descubre la pintura del Romanticismo y del Realismo. Una referencia es Delacroix, en él encontró una pintura apasionada, vehemente, de contenido literario, muy importante para su primera etapa. Conoce la pintura de CourbetDaumierMillet que después le acercan a la realidad y le llevan a abandonar los contenidos literarios.
No consiguió el ingreso en la Academia de Bellas Arte de París, este fue su primer fracaso. Así, cada vez se va aislando más por la incomprensión del entorno.

Cézanne representa en pintura el eslabón que une el impresionismo y las vanguardias. Hijo de un banquero acomodado de Aix en Provenza, en su temprana juventud conoció en el colegio a Émile Zola, padre del naturalismo en literatura, quien por entonces soñaba con ser pintor. Por el contrario, el ideal de Cézanne era dedicarse de lleno a la literatura. Siguiendo a Zola, que se había trasladado a París, Cézanne hizo lo propio para preparar su ingreso a Bellas Artes, pero terminó por regresar a Aix y aceptar el empleo que su padre le ofreciera. En una nueva estancia en París frecuentó a su amigo Zola y conoció a Pissarro. Por influencia de este último, la pintura de Cézanne, hasta entonces academicista, oscura y empastada, comenzó a cambiar y se hizo más luminosa y colorida. No obstante, el rechazo de su obra en el Salón de Otoño, el interés por hacer pintura al aire libre y su relación con Hortense Fiquet, con la que terminaría casándose, volvieron a alejarlo de París. Finalmente, tras nuevos desengaños ¿como el que tuviera con Zola, en uno de cuyos personajes, el de un pintor fracasado, creyó reconocerse?, volvió a su Provenza natal, se separó de su mujer y se aisló para siempre. Su padre había muerto y él pudo dedicarse sin problemas a lo que realmente le interesaba: la pintura. El primer Salón de Otoño de 1904, dos años antes de su muerte, le dedicó una sala para él solo. Aunque tarde, le llegó el reconocimiento que tanto había esperado.

No deja de ser curioso que este provinciano rico y rudo terminara dando origen a dos de los movimientos de vanguardia más originales, el cubismo y el fauvismo, y creando, en potencia, lo que más tarde habría de ser el arte abstracto. Su idea de capturar a partir del color, y no de la forma, la realidad del objeto se plasmaría en el intento de «solidificar el impresionismo», como él mismo decía, buscando la estructura interna de las cosas. Esta preocupación por convertir la pintura en un instrumento de conocimiento del mundo, al modo que lo era la ciencia, es, en efecto, el punto de partida del arte moderno. Lo que Cézanne hizo en pintura tiene su correlato en lo que hiciera en literatura su amigo y compañero de colegio Émile Zola. Ambos extremaron el realismo hasta hacer prácticamente irreconocible la realidad que trataban de plasmar, pues, al aproximarse al detalle, al penetrar en el interior de las cosas, los contornos de estas se pierden y lo que queda en la mirada del espectador es el caos confuso de una realidad cuyo sentido final se nos escapa. Para poder percibir la realidad, el hombre necesita una distancia y un punto de vista, pero lo que la distancia y el punto de vista hacen es mostrarnos otra realidad, una rea-lidad que no es la cosa en sí (res, de donde realitas, realidad, «cualidad de real»), sino un reflejo de la cosa pervertido por la mirada, por los sentidos. Cézanne lo sabía y con la paciencia de un científico de laboratorio quiso diseccionar la cosa ante nuestros ojos para mostrarnos lo que realmente era. De ahí que una y otra vez pintara la Montaña de Santa Victoria, Los bañistas, Los jugadores de cartas o Las frutas que, según se dice, se iban pudriendo mientras él las observaba para poder trasladar a las dos dimensiones del lienzo la imposibilidad del volumen.

Han transcurrido algo más de cien años de los afanes de Cézanne y, pese a su modernidad, daría la impresión de que han pasado siglos. Tal ha sido la velocidad que imprimieran a las vanguardias en el siglo XX quienes le sucedieron. Sin Paul Cézanne nada de esto habría sido posible. Vale la pena que lo recordemos.

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